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Jue, 06/02/2020 - 10:48
Rebeca

A Aigues-Mortes en bici

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    Aigues-Mortes en bici

    Las murallas de Aigues-Mortes aparecen como un espejismo en el corazón de un territorio en el que no se sabe lo que es tierra y lo que es el mar. Esta ciudadela medieval fortificada es, toda ella, un patrimonio cultural de un valor inestimable, y se encuentra situada en medio de uno de los más bellos parajes naturales de Francia, la Camarga, de la cual podréis disfrutar durante la cuarta etapa de nuestra ruta por la Provenza.

    La Camarga: entre el cielo, la tierra y el mar

    Existe un lugar en Francia en el que el cielo se confunde con el mar y el mar con la tierra. Cuando uno empieza pedalear por allí, por la Camarga, puede llevarse la falsa impresión de que ni fú, ni fa, que esa tierra llanísima cuyos horizontes siempre son una línea recta no traerá grandes sorpresas. Por una parte, está en lo cierto: la Camarga no pretende sorprender, sino embaucar sutilmente, arrastrar hasta lo más profundo su extraña paz hasta que se confunda lo real con lo onírico. Y cuando no os deis cuenta, habréis caído en el hechizo: caballos blancos pastarán al lado mismo de flamencos rosas que descansarán con una pata en el agua; los toros negros, inmóviles, se reflejarán en charcos rosados por la luz del atardecer; las marismas, en las que el tiempo se para, se confundirán con la tierra, y también con el mar. La vida se vive allí en silencio.

    caballos en Aigues Mortes, Carmarga

    Y cuando vayáis pedaleando por allí, sumergidos en esa tranquilidad casi mística, puede que os topéis con un lago rosa, en el que se refleja una imponente muralla. Frotaos entonces los ojos y volved a mirar: se trata de Aigues-Mortes.

    Aigues-Mortes, de aldea de pescadores a gran fortaleza

    Originalmente, Aigues-Mortes era una pequeña aldea de pescadores y recolectores de sal situada en el fondo de un golfo pantanoso. Los aldeaños vivían en las típicas cabañas camarguesas: con tejado de caña, una estructura de madera cubierta con mortero de cal y en forma de herradura para los daños del mistral. Estaba rodeada de estanques hasta el Mar Mediterráneo.

    A partir del siglo XIII, la historia cambiaría radicalmente su aspecto: la rodearía de impresionantes murallas de piedra convirtiéndola en el cuadrilátero de 1640 metros que es hoy, flanqueado por cinco admirables torres. Una de ellas es la famosa Torre de Constanza, la única evidencia de que allí hubo un castillo, pero hoy no queda de él ni rastro.

    Aigues Mortes

    Este desarrollo se debió primero a las Cruzadas y los Templarios y, luego, a las guerras de religión. Hoy sus diez puertas conservan un increíble patrimonio religioso, entre le cual destaca la la Iglesia Notre Dame des Sablons, de estilo gótico.

    Cuando os acerquéis pedaleando hacia su muralla, os parecerá grave, severa. Pero aparcad entonces la bici y atravesad una de esas diez puertas…

    La calurosa y alegre Aigues-Mortes de los intramuros

    He aquí la sorpresa. Aigues-mortes es hoy una ciudad turística de lo más agradable. El hecho de seguir rodeada de sus tierras salvajes y de haber mantenido su actividad económica principal (¡el lago rosa es una enorme salina) la han ayudado a conservar su esencia. Paseando por su animoso centro antiguo disfrutaréis de la gastronomía y calidez de sus pequeños bistros, de las copas de vino en minúsculas terrazas, de las tiendecitas de especias, arroz y sal y, si coincide en época, de alguna de sus numerosas fiestas folclóricas. Destaca el festival medieval de Saint Louis, en agosto, y su cultura taurina, presente en la mayoría de festividades. Esta última, os aseguramos que os sorprenderá.

    Aigues-Mortes intramuros

    Una cultura taurina peculiar

    Podría parecer, cuando se visitan sus arenas o cuando vallas de metal delimitan los centros de las calles por las que correrán los toros, que se trata de más de lo mismo. Pero hay que saber que, en Aigues-Mortes y en toda la Camargue, los toros mueren de viejos y, entre tanto, tienen una vida digna. Siempre viven en libertad, en los inviernos fríos se los lleva a tierras del interior, para que las arboledas los protejan, y año tras año participan en las mismas festividades, por lo que han aprendido incluso a entrar en el juego. No se les daña. No se les separa de sus crías. No temen. Corren cerca de los caballos. Se les respeta. Porque, en realidad no se trata de corridas al uso (práctica que, por ejemplo, sí se lleva a cabo en Nîmes), se trata de “lâchers de taureaux”, es decir, que simplemente se les suelta por las calles, en un circuito protegido, por supuesto.

    Cultura taurina Aigues-Mortes

    Pensad que, de lo que os he hablado hoy, tan solo es de una zona concreta que se visita en una de las etapas de nuestra ruta. ¿Os podéis imaginar entonces lo que os espera en toda ella, durante los 8 días que recorréis la Provenza?

    Nos vemos por el mundo y nos leemos en el blog.

    By Rebeca
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